Y un buen día te das cuenta de que todo eso que te hacía llorar hasta el borde de la deshidratación ya no te angustia, ya no te duele, ya no te afecta. Tan es así que recordás con cariño lo que fue, aunque te haya destrozado el alma en mil pedacitos: el equivalente terrestre a
la nave nodriza de los forros malparidos.
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